El peor accidente nuclear de la historia

Actualizado el 2024-06-19

El 26 de abril de 1986 explotó el reactor cuatro de la Central Eléctrica Atómica de Chernóbil, orgullo tecnológico de la desaparecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).

Se trata de la peor tragedia nuclear en la historia de la humanidad y de uno de los más grandes desastres del Siglo XX –si es que no del mayor–, ya que junto a los daños a la salud de quienes estuvieron expuestos a la radiación y los millones de euros el pérdidas económicas, los efectos en el medio ambiente tardarán más de 20 mil años en desaparecer.

 

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El accidente dejó 30 muertos directamente relacionados con él, aunque de según Green Peace son casi 3 millones las personas afectadas y de acuerdo con un informe de expertos convocados por el Organismo Internacional de Energía Atómica y la Organización Mundial de la Salud, se espera que en los próximos años haya cuatro mil muertes provocadas por cáncer y leucemia, padecimientos provocados por la radiación.

 

Además, la explosión contaminó cerca de 142 mil kilómetros cuadrados en el sur de Bielorrusia, el norte de Ucrania y la región rusa de Briansk, obligando a evacuar a cerca de 300 mil personas, 50 mil de ellas vecinas de Prípiap, ciudad ubicada a pocos kilómetros de la central nuclear y cuyas calles desiertas se han convertido en uno de los mayores símbolos del desastre.

 

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Juegos abandonados en Chernobil Destino compartido por los juegos de una feria que estaba a punto de ser inaugurada y, ante la evacuación, quedaros abandonados.

 

De acuerdo con información que la periodista bielorrusa Svetlana Alexiévich incluye en su estremecedor libro “Voces de Chernóbil”, su país perdió 485 aldeas y pueblos, de los cuales 70 están enterrados bajo tierra. Por otra parte, el 23% del territorio de Bielorrusia está contaminado con cesio–137 y el cáncer, las mutaciones genéticas y las deficiencias mentales aumentaron año con año hacia finales del siglo pasado.

Mucho se ha escrito sobre el accidente de Chernóbil. Al cumplirse 30 años de la tragedia, National Geographic presentó una interesante crónica del accidente y sus efectos.

Mientras que la televisión española realizó un muy buen trabajo que nos permite ver cómo lucen la planta y sus alrededores el día de hoy, conocer las consecuencias del accidente y meditar sobre el tema.

 

 

Pero si lo que desean es dejar a un lado las cifras y acercarse al drama de las víctimas, nada mejor que “Voces de Chernóbil”, de Svetlana Alexiévich, Premio Nobel de Literatura 2015. Se trata de un libro desgarrador en el que podremos conocer el relato de una mujer que al otro día de la explosión mandó a su hijo a la escuela y aún recuerda que la central tenía “un fulgor de un color frambuesa brillante” y “parecía iluminarse desde dentro. Una luz extraordinaria. No era un incendio como los demás, sino una luz fulgurante. Era hermoso”. Las entrevistas que Alexiévich hace a vecinos, madres, liquidadores –como se llama a los hombres que tuvieron que hacer frente a la tragedia–, niños que se enfrentan a la muerte y mujeres que narran la muerte sus maridos, nos permitirán entender las implicaciones sociales de la tragedia (en la siguiente ilustración, elaborada por El país, podemos ver otras consecuencias del accidente) .

 

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Hay que decir que el de Alexiévich es un texto duro y desgarrador, pero que nos permitirá entender las consecuencias de un desastre de este tipo… algo que es importante tener muy en cuenta.

¿Por qué?

Porque en México tenemos una planta nuclear en Laguna Verde, Veracruz. Pero sobre todo porque la Reforma Energética contempla ampliar la generación de este tipo de energía… lo que en otras palabras quiere decir que se podrían instalar otras centrales.

 

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Y Chernóbil, como recientemente Fukushima, nos muestran el riesgo que puede haber en ello. Y es que si los efectos de la explosión ucraniana llegaron a Europa, Norteamérica, China y Japón, ¿qué podemos esperar si se da un accidente de similares características en territorio nacional?

Ojalá ahora sí aprendamos de la historia y optemos por  dejar de lado la energía nuclear para optar por fuentes de energía mucho más seguras y limpias como la eólica, la solar y la geotérmica.