Hostería de Santo Domingo: Restaurante historico en la CDMX

Foto: Fachada de la hosteria
Foto: Fachada de la hosteria
Actualizado el 2024-06-22

Escenario de sacrificios humanos, peregrinaciones, desfiles, celebraciones, protestas, ejecuciones y hasta combates –como el que durante la Decena Trágica le costó la vida al general Bernardo Reyes y a varios curiosos que salían de la Catedral y se quedaron a ver qué estaba pasando–, el centro de la Ciudad de México guarda tesoros maravillosos.

Desde los murales de Diego Rivera –que adornan la escalera y las paredes del primer piso del patio central de Palacio Nacional–, la modesta vivienda en la que murió el presidente Benito Juárez, y la Cámara de Diputados que funcionó durante buena parte del Siglo XIX –ambos reconstruidos, por cierto–, hasta el Palacio de Medicina –lugar donde se suicidó el genial poeta Manuel Acuña– y los restos del Templo Mayor, las construcciones del primer cuadro de nuestra ciudad podrían contarnos historias durante años sin la necesidad de repetir ninguna.

 

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Simplemente la Plaza de Santo Domingo, con aquellos hermosos portales bajo los que los evangelistas esperaban a que la gente acudiera a dictarles las cartas que habrían de llegar a sus familiares, amigos y amores, podría decirnos que hubo ocasiones en las que estos personajes –hombres pobres que escribían, dormían y comían, y que comían solamente cuando escribían, según se dice en el libro “Los mexicanos pintados por sí mismos”– redactaban y pulían las cartas que los galanes habrían de enviar, para luego leérselas a sus damas y elaborar las respuestas que luego les llevarían, a su vez, los enamorados para que se las leyera y ayudara contestar. Y así hasta que había boda o terminaba el cortejo.

 

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Muy cerca de estos portales se encuentra una construcción que durante los últimos 150 años ha recibido a miles de visitantes –muchos de ellos políticos, intelectuales, artistas, académicos o deportistas destacados–, quienes se han enamorado de los platillos que ahí se preparan y han contribuido a convertirla en el restaurante más antiguo de la Ciudad de México.

Me refiero a la Hostería de Santo Domingo, que se encuentra ubicada en un predio que alguna vez formó parte del convento del mismo nombre, pero que los monjes tuvieron que vender para pagar las deudas que tenían por la compra de cera para elaborar velas.

Así que se achicó el convento y se agrandó la oferta gastronómica de nuestra ciudad, ya que desde 1860 la Hostería de Santo Domingo ha sido testigo de los sucesos que han marcado la historia de nuestro país, y hecho las delicias de sus protagonistas, entre quienes podemos señalar a Miguel Lerdo de Tejada, Artemio del Valle Arispe, Carlos Chávez, Alfonso Esparza Oteo, Salvador Novo, Pedro Vargas, Pedro Armendáriz, el Dr. Atl, Adolfo López Mateos, Ferrusquilla, Cantinflas, Jacobo Zabludovsky, Ignacio López Tarso, Hugo Sánchez, José José, Ernesto Zedillo, Cuauhtémoc Cárdenas, Jorge Campos, Neil Armstrong, Carlos Monsiváis y Agustín Lara, de quien se dice que antes de morir alcanzó a pedir que le llevaran unos Romeritos; mientras que el Dr. Alt era fanático de las pechugas rancheras con nata.

 

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Entre los platillos que ofrece la Hostería de Santo Domingo se encuentran, además de los mencionados, las enfrijoladas Santo Domingo, el pollo manchamanteles y los chiles en nogada –platillo que se dice fue creado como homenaje a Agustín de Iturbide, quien logró la independencia de México y luego se hizo coronar emperador, por lo que tras la caída de su efímero imperio se ganó  un lugar entre los grandes villanos de la historia oficial–.

Comer en este restaurante no solo nos acerca a la tradicional comida mexicana, ya que sus recetas han cambiado muy poco en los últimos 150 años, sino que nos transporta a aquellos años, ya que la construcción data del Siglo XVI y ha sido poco modificada.

 

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Hay que mencionar que hace algunos años se hizo una ampliación que también está abierta al público, pero aunque es moderna tiene un estilo que no rompe con el ambiente del lugar ni con la sensación de haber regresado en el tiempo.

 

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Tiene también algunos murales que nos permitirán ver como era México en el siglo XIX y dice la leyenda que hasta cuenta con su propio fantasma… pero que no hace nada a los visitantes.

Además de que durante nuestra visita podremos deleitarnos con música de piano violín y saxofón, escuchar a buenos cantantes e incluso hacer duo con ellos.

Créanme, vale la pena comer en la Hostería de Santo Domingo –ubicada en la calle de Belisario Domínguez No. 70, Col. Centro–. No es caro y se convertirá en una grata experiencia que querrán repetir.